La primera vez que pasamos por este jardín-fachada sentimos calma, también cierto misterio al ver las verjas cerradas del acceso a su local, que se acentuó aún más la segunda y tercera ocasión al encontranoslo también cerrado. ¿Quién sería el jardinero en la sombra?
Quizás la calma se debieraa al color azul de las macetas. Las terorías de las sensaciones que transmiten los colores conceden al añil sentimientos como la lealtad, la confianza y la calma. Las mismas conexiones otorgan la pasión, la intensidad y el corazón al color rojo.
Sin embargo, también se respiraba pasión al pararse ante las grandes macetas de frutales y los tiestos azules de aromáticas que colgaban sobre la blanca fachada. Nos transportaba a una estampa mexicana, donde la vida en la calle y el contacto con las personas es como el oxígeno para sus habitantes. Extrañamente, aún no nos topamos con su jardinero.
Un día vimos la puerta del local entreabierta y no dudamos en adentranos para desvelar el misterio. Así fue como conocimos a Javier. Al verle nos invadió una calma azul marina. Sentado en su silla de despacho le contamos nuestro proyecto y le propusimos posar frente a su jardín.

En este primer contacto nos confirmó que junto a Jesús había ayudado a Eduardo, el dueño del bar la Esquinita, a plantar un jardín en el estrecho parterre que se utlizaba como cenicero en vía pública. Persistía el misterio y la calma en su mirada, pero comenzaba a asomar el rojo de su pasión.
Esta pasión, desde la tranquilidad, nos llegó en un mensaje de voz. Unas semanas antes le habíamos mandado un mensaje de audio para preguntarle por la motivación que le impulsó a crear su jardín. Al darle al play del audio sentimos como si lloviesen amapolas.
Hace 3 años Javier volvió de la Alcarria por motivos personales para sanarse y encontró esa vía de sanación cuidando su jardín y ayudando a crear el de la Esquinita.
Pintando de añil sus macetas conoció a su actual pareja que le saludaba con una sonrisa todas las mañanas al verle mimar sus plantas. Diseñando el jardín en el parterre-cenicero del bar la Esquinita consiguió crear un nuevo lugar de encuentro, donde vecinos y clientes se paraban a conversar sobre limoneros, parras o margaritas.
El jardín de la esquinita se convirtió en un lugar de cuidados. La presencia del jardín cambió la lectura del Marca de los clientes por actividades como el riego o la poda. La euforia de los botellines por el subidón de crear vida . La asfixia del tabaco por el oxígeno de las plantas,
Nos comentaba Javier que las plantas te sacan de tu preocupación, de estar dentro de ti. Sin duda eĺ ha conseguido sacar muchas sensaciones luminosas a los vecinos de su calle.